Origen de la Cruzada Eucarística

Esta Cruzada para Niños no es algo nuevo. Su espíritu se deriva del decreto “Quam singulari”(8 de agosto de 1910) de San Pío X, quien prescribió la comunión frecuente para los niños a partir del uso de razón.

Concretamente, la Cruzada fue fundada – con la aprobación del Papa Benedicto XV (Discurso del 30 de julio de 1916) – por el R.P. Bessières, un sacerdote francés. He aquí la historia:

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la Hermana Marie de la Presentación (Religiosa de la Congregación de Santa Clotilde) era profesora de secundaria en el colegio Saint-Seurin, en Burdeos, donde tenía a su cargo a 19 chicas de entre 13 y 14 años de edad.

En diciembre de 1914, escribieron una carta al general Paul Pau, que había liderado, en agosto del año anterior, una ofensiva victoriosa en Alsacia con la toma de Mulhouse. Las chicas le aseguraron su apoyo y le prometieron sus oraciones y comuniones eucarísticas por la victoria.

Con ese mismo espíritu, en enero de 1915, escribieron una carta al general Édouard de Castelnau, que había librado la batalla de Morhange, en Mosela, en agosto de 1914.

“General, somos un grupo de diecinueve niñas francesas, de entre trece y catorce años. Nuestros corazones arden de amor por nuestra amada patria: para defenderla, quisiéramos, al igual que Juana de Arco, poder luchar junto a nuestros valientes e ilustres generales. Esto es físicamente imposible para nosotras; sin embargo, estamos llenas de entusiasmo y fortaleza moral, y nosotras también queremos contribuir a la lucha. Por eso, como cristianas y francesas que somos, nos hemos acordado de las palabras de Juana de Arco: “Los soldados lucharán, y Dios concederá la victoria”. Nosotras queremos ayudar a obtener esta victoria. Por lo tanto, empuñando las poderosas armas ante las que nadie puede resistirse: la oración y el sacrificio, nos hemos alineado bajo el estandarte de Juana de Arco, para convertirnos en su pequeño batallón.

Pero nos hacía falta un general a cuyo lado lucharíamos en espíritu, hacia el que se dirigieran nuestros pensamientos en todos nuestros esfuerzos perseverantes. Esto nos llenaría de valor. Así que pensamos en usted, General (…) Queremos luchar a su lado. ¡Ustedes pelearán, nosotras rezaremos, y Dios concederá la victoria! Nuestra novena de oraciones y sacrificios terminó esta mañana con una Misa que mandamos celebrar por sus intenciones. Adjuntamos a esta carta un resumen de nuestras acciones diarias. ¿No es esto lo que deben hacer los buenos soldados? Si fuera tan amable de aceptarnos en su ejército espiritual, General, háganoslo saber. Nosotras seguiremos ofreciendo nuestras oraciones y sacrificios por sus intenciones; procuraremos ser muy fervientes y valientes, para ser dignas de Juana de Arco y de nuestro General. (…) Quiera Dios que muy pronto podamos repetir con alegría y agradecimiento el grito de nuestros antepasados: ¡Viva Cristo que ama a los Francos!”

Un pequeño ejército de Juana de Arco (Firma de las niñas)

Con su carta iba adjunta una imagen que representaba a Santa Juana de Arco, en la que estaban anotados los resultados de la novena de sacrificios realizada por las intenciones del general.

En la primavera de 1915, fue el turno del general Joseph Joffre, comandante en jefe de los ejércitos del Este, de recibir una carta de las chicas, respondiéndoles el 11 de junio del mismo año.  

Durante la primera mitad de noviembre de 1915, las religiosas acordaron reunirse con el Padre Albert Bessières, s.j., especialmente porque lo consideraban un apóstol de la Eucaristía debido al gran número de asociaciones eucarísticas fundadas por él entre 1911 y 1914. 

Durante una visita al colegio Saint-Seurin, en Burdeos, el sábado 13 de noviembre de 1915, el Padre Albert Bessières se reunió con las 28 chicas de entre 14 y 15 años de edad del tercer grado de secundaria. En las paredes de su salón, el Padre vio banderas, una estatua de la Virgen y una imagen del Sagrado Corazón, debajo de la cual había un cuadro donde cada alumna escribía, todos los días, lo que había ofrecido por la salvación de Francia y que conformaba su pequeño tesoro: comuniones eucarísticas, oraciones, sacrificios, horas de trabajo o de silencio…

Al ver este cuadro repleto de municiones sobrenaturales, el Padre Albert Bessières las invitó a perseverar en su acción a través de la oración, apoyándose en la comunión eucarística, y a difundir su incipiente labor. Así fue como les propuso organizar la Cruzada para Niños, que sería “una Cruzada de comuniones, oraciones y sacrificios por la salvación de la patria y su restauración cristiana”