“El objetivo de la Fraternidad es el sacerdocio, todo lo que atañe".
La Fraternidad no tiene una espiritualidad particular más que la devoción al Santo Sacrificio de la Misa.
“El objetivo de la Fraternidad es el sacerdocio, todo lo que atañe a él y nada más que lo que le concierne a él”. Así es como los Estatutos definen la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, en conformidad a los deseos de su fundador.
Formación sacerdotal
A lo largo de toda su vida Monseñor Lefebvre se ocupó con la formación de los sacerdotes, y sólo con este objetivo en mente, a pesar de tener edad para jubilarse, fundó en 1970 la Fraternidad de San Pío X. Durante veinte años vivió en el Seminario de Ecône, encargándose él mismo de formar los futuros sacerdotes, transmitiéndoles su amor por la Iglesia y su apego a la Roma eterna, maestra de sabiduría y verdad. Fundó varios seminarios por todo el mundo; alentó a establecer escuelas verdaderamente católicas; respondió a las llamadas de los fieles desorientados por las reformas del Concilio Vaticano II y, finalmente, estableció la Sociedad de San Pío X por todos los continentes del mundo.
Para lograr este objetivo de la restauración del sacerdocio católico —mediante el cual la sociedad cristiana también puede ser restaurada— los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X son instruidos en la espiritualidad tradicional y en las doctrinas de Santo Tomás de Aquino, el Doctor Común de la Iglesia. Las reglas de los Seminarios de la Fraternidad fueron concebidas de forma similar a las reglas de un noviciado religioso, con una parte importante del día consagrado a la oración y el silencio, sin descuidar la caridad fraterna, la pobreza y la obediencia.
Devoción al Santo Sacrificio de la Misa
La Fraternidad no tiene una espiritualidad particular más que la devoción al Santo Sacrificio de la Misa, que es la renovación incruenta de la Cruz de Nuestro Salvador. Todos estos tesoros, transmitidos por la Tradición de la Iglesia, la Fraternidad no los quiere acaparar sólo para ella. Su ambición es compartir estos tesoros con todos los sacerdotes, quienes siempre serán bienvenidos y ayudados, y también ver que las autoridades de la Iglesia los distribuyan por todo el mundo, con el fin de “restaurar todas las cosas en Cristo” (Ef 1,10).
Después del gozo de su ordenación, cuando el joven sacerdote ocupa su nuevo cargo asignado por sus superiores, la Fraternidad también le proporciona los medios necesarios para mantener y aumentar los dones que ha recibido. En particular esto se realiza por medio de la vida de comunidad en los prioratos, cursos adicionales de capacitación, días de recogimiento, retiros anuales ya sea predicados o asistidos, misiones, actividades para los jóvenes, enseñanza en las escuelas, capellanías o conventos, y muchos otros aspectos de un apostolado rico y variado.
Sin duda el sacerdote va a ser puesto a prueba por dificultades y sufrimientos, como ocurrió en la vida de Jesús y sus apóstoles: “No es el discípulo más que su maestro” (Mt 10,24). Pero Dios es fiel con sus gracias, y sobre todo estas se manifiestan si el sacerdote pone su confianza en la Santísima Virgen María, la Inmaculada Concepción, la cual preside el 8 de diciembre de cada año la renovación de las promesas de todos los miembros de la Fraternidad.